Goodbye Berlín, de Wolfgang Herrndorf

Tengo debilidad por las road storys; o séase, las historias de personajes dispares que se ven obligados a recorrer un largo camino juntos, normalmente en un coche que se cae a pedazos. Esta debilidad es algo que comprobaréis si os quedáis algún tiempo en este blog, porque seguro que en lo que queda de año caerán otro par de novelas y películas de este género. No me preguntéis por qué me atrae, pero el caso es que es así.

Reseña de Goodbye Berlín, de Wolfgang Herrndorf.A pesar de esto, no creo que con Goodbye Berlín me esté dejando llevar por mis gustos personales. Estoy convencido de que, más allá de que a uno le vaya el rollo Dos en la carretera o no, esta novelilla juvenil es una de las más disfrutables que nos han llegado en los últimos años. Y no sé si será casualidad que esta venga de nuestros vecinos europeos en lugar de EE.UU., pero el caso es que la novela (y sus dos protagonistas, por supuesto) me ha encandilado.

En Goodbye Berlín nos encontramos con Maik, clásico adolescente víctima de una familia desestructurada, que, al terminar las clases en el instituto, se queda solo en casa durante el verano, con pocas perspectivas de divertirse. En resumidas cuentas: su familia pasa de él, su vida social es bastante pobre y hay una chica que... En fin, tiene catorce años y hay una chica; no creo que haga falta que os diga lo malo que es eso, porque seguramente todos lo hayamos vivido.
Es entonces cuando aparece Tschick (diminutivo de un apellido todavía más largo y complicado de pronunciar), un ruso problemático y excéntrico con el cual Maik no tiene ninguna relación. O por lo menos, no la tenía hasta que Tschick decida que necesita un compañero de aventuras y escoge a Maik.

Así, con un coche robado, dos marginados que apenas se conocen y un viaje hacia un país que no existe, comienza esta bonita historia.

Lo que sigue no se sale del guion clásico de las road storys: malentendidos, personajes curiosos y entrañables, autodescubrimiento... Es un esquema de manual, pero la ejecución de Herndorf es perfecta, y el resultado es una novela ágil (se lee fácilmente en una tarde), divertida, emocionante y sincera. Sobre todo, sincera. Un acercamiento realista y honesto a los problemas de un par de chicos de catorce años. Por una vez, leyendo su historia, uno se cree que de verdad son adolescentes, con problemas de adolescentes, y empatiza con ellos.

No voy más allá, porque es la trama es tan sencillita (y me encanta que lo sea, ojo) que es difícil decir más sin caer en spoilers. Solo quiero insistir en que los dos protagonistas son entrañables, especialmente Tschick, y que estamos ante una novela juvenil realista. En todos los sentidos. Y se agradece algo así de vez en cuando.

Mención especial para bromas que son un guiño al lector, como los concursos de reparto de comida basados en preguntas sobre Harry Potter. Una delicia.

Para mí es un 8.5.


Nota: Al poco de terminar la novela, buscando más libros del autor, me enteré de que falleció hace poco menos de un año de una enfermedad. Una verdadera lástima. D.E.P.

Los límites de la ficción

Permitidme que hoy reflexione sobre un tema muy particular. Tiene que ver con Juego de tronos, así que ya os adelanto que el siguiente artículo contiene spoilers de los tres primeros episodios de la cuarta temporada y de la novela Tormenta de espadas. Avisados quedáis.

Los más avispados seguro que ya os imagináis sobre qué voy a hablar: esa escena del episodio 3, la escena. Que no lo es porque sea la mejor ni la más interesante, sino porque vivimos en una sociedad en la que cualquiera se aventura a hablar sin pararse un segundo a pensar en si lo que hace tiene sentido o no. En la escena de la que os hablo, Jaime Lannister, hermano mellizo y amante no tan secreto de Cersei Lannister, la fuerza a tener sexo con él delante del cadáver del hijo de ambos, recientemente asesinado. Y la polémica, claro está, no se ha hecho esperar.
Gif de Jaime y Cersei en Game of thrones (Juego de tronos)
No es la primera vez que Cersei y Jaime tienen una escena semejante
Porque, así funciona el mundo: dos personajes atormentados por la muerte de su hijo (que para más inri, oficialmente no es hijo de Jaime, sino de otro hombre) tienen sexo incestuoso en un lugar sagrado, ante un cadáver, con su padre y el nuevo rey recién salidos de escena, con una mezcla turbulenta de tristeza, rencor, melancolía y miedo, y todo lo que se le ocurre decir a la gente es que «hay que ver que fuerte, que en Juego de tronos hacen apología de la violación». Los más generosos simplemente se quejan de que la adaptación de la escena es poco dudosa, porque en los libros es bastante diferente. Pero ¿nadie va a hablar de lo maravillosa que es la escena en términos cinematográficos y literarios? Violación o no, incesto o no, es exquisita. Los sentimientos enfermizos traspasan la pantalla y llegan hasta el espectador.

La famosa Boda Roja era una masacre que llevaba incluidas, entre otras cosas, un regicidio, el asesinato de un animal, el de un bebé nonato y profanación variada de cadáveres, pero nadie exigió que los creadores de la serie o el escritor de los libros pidieran disculpas. ¿Por qué? Sencillo: porque es ficción. Y la ficción, amigos míos, espero que todos estemos de acuerdo, no tiene límites. O no debería de tenerlos.

Cumbres borrascosas, novela atemporal donde las haya, está protagonizada por personajes repulsivos que llevan a cabo acciones aún más repulsivas movidos por los sentimientos más bajos de odio y rencor que el ser humano puede llegar a experimentar. Romeo y Julieta, de Shakespeare, habla de jóvenes que se dejan llevar por las bajas pasiones (sí, bueno, ellos lo llaman amor), desobedeciendo a sus familias e introduciéndose en una espiral de enfrentamientos sangrientos que conducen a la muerte. Y el mismo Quijote habla sobre un tipo que un buen día agarra una lanza y sale al campo manchego a atacar con ella al primer clérigo inocente al que confunde con un secuestrador. Y así podríamos seguir buscando ejemplos hasta mañana.

Yo, personalmente, no imitaría la conducta de ninguno de estos personajes en la vida real. Tampoco imitaría la de Jaime Lannister; ni, en general, la de ningún personaje de la serie Juego de tronos y las novelas en que se basa. No obstante, esto no significa que no aprecie la calidad de todas estas obras y no disfrute como un enano leyendo las peripecias de sus personajes, por retorcidas, enfermizas y deleznables que resulten. Repito: la ficción no tiene límites.
Jaime y Cersei en un still de Game of thrones (Juego de tronos)
Cersei, ¿una leona desvalida?
Así que, por favor, que no me vengan ahora un puñado de progres iletrados a decir que una escena de una serie de televisión hace apología de la violación, que es un atentado contra la libertad de las mujeres o que sus responsables están enfermos. Porque todo el que extraiga ese tipo de ideas de una serie de televisión, una película, una novela, una pintura, etc. es un completo ignorante que desconoce lo que son el arte y la ficción.

Y claro, la polémica ya estaba servida, pero fue a más cuando el director del episodio trató de justificar la escena diciendo algo así como que no era una violación, sino una especie de juego sexual de roles de poder, y que al final Cersei consentía. Ojo, que lo que dice es muy lógico dentro del universo de la serie, y al menos yo, como espectador y también lector de la saga literaria, creo que es totalmente acertado: por lo que sabemos acerca de la relación íntima entre Cersei y Jaime, los juegos de poder tienen un papel muy importante. El problema es que el director explica desde el punto de vista ficcional, literario, una escena a un grupo de personas que se quejan de ella precisamente porque no saben entender lo que es la ficción. Y claro, esto ya es el remate.

He leído algún artículo bochornoso (y publicado en medios especializados, lo cual es aún más preocupante) que dice cosas como «no también significa no en Poniente» y prácticamente acusa a este señor de estar parafraseando a esos violadores que tienen las santas narices de defenderse diciendo burradas como «ella me provocaba» o «decía que no, pero yo sé que le gustaba.»

¡Por los Antiguos Dioses! ¿Cómo iba a querer decir eso el pobre hombre? Intentaba explicar (quizá eligiendo mal las palabras, eso no lo discuto) que la escena no estaba concebida siquiera como una violación (y ojo, que si lo estuviera, tampoco pasaba nada; repito: es ficción). Y es que es cierto que en la escena nos encontramos pequeñas sutilezas que indican que, efectivamente, la supuesta violación no era exactamente tal.

Cersei Lannister en Game of thrones (Juego de tronos)
Para empezar, lo que Cersei dice es «aquí no». Y lo dice no con la furia que una mujer como ella emplearía contra un hombre que la intenta forzar (conocemos a Cersei, todos sabemos que reaccionaría con violencia contra algo así), sino con tristeza. ¿Y cuándo hemos visto triste y abatida a Cersei? Solo cuando algo malo les sucede a sus hijos. Si Cersei está triste y susurra entre lágrimas que «aquí no» es porque tiene el cuerpo de su hijo asesinado allí mismo, porque está destrozada y no se siente con fuerzas para seguir adelante; porque no es capaz de lidiar con el hecho de que su hijo ha muerto y de que, además, este era fruto el incesto con el hombre que tiene ante ella, y que acaba de regresar de una guerra que lo ha cambiado tanto física como psicológicamente.

Cersei necesita a Jaime, o al menos alguien que la ayude a sobrellevar la muerte de Joffrey, pero al mismo tiempo se siente sucia y asqueada por el deseo de acostarse con su hermano ante el cadáver de su hijo; porque la muerte de Joffrey le hace replantearse las cosas, y tal vez empiece a pensar que aquello no está bien. Por eso se revuelve y, llorosa, le dice a Jaime que no deben hacer eso en ese lugar y en ese momento. Pero no se resiste de verdad; en realidad no es más que una muestra del famoso orgullo de Cersei Lannister, que Jaime conoce de sobra, porque no se atreve a decirle la verdad: que está destrozada y lo necesita.

La escena puede ser todo lo retorcida y enfermiza que queremos (como tantas, en el mundo de Poniente), pero definitivamente es sexo consentido. O al menos, lo es dentro de la psicología de los personajes. Si hemos leído las novelas o visto la serie, si conocemos a Cersei y a Jaime, sabemos que eso que se ve en pantalla es, en cierto modo, un acto de amor. Todo lo repugnante que queramos, pero es que el amor de estos dos siempre ha sido así: repugnante, enfermizo, incomprensible desde el punto de vista de unas personas como nosotros, que vivimos en el mundo real, en el siglo XXI.

En resumidas cuentas: defiendo plenamente el trabajo de los guionistas del episodio. Aunque la escena esté ligeramente modificada respecto a las novelas, yo creo que es plenamente coherente con los personajes. Defiendo también la labor del director, porque creo que la escena sí que tiene pistas suficientes para que el espectador medio comprenda que no es una violación. O mejor dicho: para Cersei no es una violación. Para cualquier mujer del planeta Tierra en el siglo XXI algo así lo sería, claro; pero ni Poniente ni Cersei Lannister se rigen por nuestras idiosincrasias.

Ahora bien, permitidme que vuelva al título de la entrada: no es una violación, pero, aunque lo fuera, ¿qué hay de malo en ello? Es una serie de televisión (y de una calidad considerable), no podemos exigirle que no contenga violencia, lenguaje malsonante, violaciones, asesinatos, torturas... ¿O qué será lo siguiente, si no? ¿Pedir que solo se haga ficción en la que los personajes sean buenos y hagan lo correcto? Precisamente la calidad de Canción de Hielo y Fuego y Juego de tronos yace en el hecho de que ninguno de sus personajes es bueno ni hace siempre lo correcto, y aun así el lector/espectador puede llegar a entenderlos y amarlos.

Que no venga ninguna asociación progre que no entiende lo que es el arte a quitarnos eso, por favor.

Crítica de Dom Hemingway, con Jude Law

Hoy me gustaría hablar de la última película del, para mí, desconocido director Richard Shepard. Si he de ser sincero, la principal razón por la que decidí probar suerte con ella fue que en la ficha aparecía el nombre de Emilia Clarke, y tenía curiosidad por verla interpretando un rol que no fuera el de la insufrible Daenerys Targaryen de Juego de tronos. Yo suelo hacer este tipo de cosas con las películas: escogerlas en función de los actores que aparecen y la curiosidad que me despierte verlos en determinado papel. Y en el fondo, cada vez me convenzo más de que es una manía positiva, porque si uno tiene que dejarse guiar por sinopsis como esta...:
Dom Hemingway (Jude Law) sale de la cárcel tras cumplir condena durante 12 años y se dedicará a ir de puerta en puerta para recoger lo que considera es suyo por no delatar a los jefes de las bandas criminales.
(Filmaffinity)
Redactar sinopsis, tanto de películas y series de televisión como de libros, es un arte, amigos; una profesión en sí misma, y alguien debería empezar a tomarse en serio lo de fichar a gente con talento para redactarlas. Porque eso es marketing también. Yo ahí lo dejo, para que los departamentos de RR.HH. del mundo recojan la sugerencia si quieren.

Volviendo a Dom Hemingway, la sinopsis ya nos da una idea del tema de la película: venganza. O, si lo preferís: saldar deudas. Lo que no deja tan claro es el tono de la cinta. Lejos de ser uno de esos aburridos y lineales dramas de gente arrepentida recién salida de prisión, aquí nos encontramos con una deliciosa comedia sobre un hombre con serios desarreglos mentales y cierto imán para los desastres.

Crítica de Dom Hemingway, dirigida por Richard Shepard y protagonizada por Jude Law.
No quiero desvelar mucho más del argumento, así que pasaré directamente a opinar sobre lo que he visto en pantalla durante la hora y media que dura. La versión resumida sería que me ha sorprendido y maravillado; así de simple. No tenía expectativas, y no solo me he encontrado con una película entretenida, sino que además ha sido diferente a lo habitual y regalado su buena docena de destellos de gran cine, con alguna escena excelsa (mención especial para toda la secuencia de la caja fuerte).

Sin embargo, parece que nado a contracorriente con esta opinión. No han salido muchas críticas sobre la película aún, pero la mayoría de las que he visto la ponen como mala o, en el mejor de los casos, regular. De ella se ha dicho que, aunque entretiene, es artificial, pretenciosa y que se centra en lo formal, en los planos de cámara originales, las imágenes bonitas y las frases grandilocuentes, pero que le falta alma. También que no tiene unidad, que se trata de un montón de escenas sin trabazón colocadas una detrás de otra usando al personaje de Jude Law como excusa.

Entiendo todas estas críticas, y creo que tienen razón. Y aun así, diréis, me ha encantado la película. Pues sí. Efectivamente, a ratos parece que es un pegote de escenas al que el falta un nexo más sólido; y también es cierto que es pretenciosa, que se nota a la legua que el director quería dejarnos embobados con sus planos de cámara. No obstante, en lo que tengo que disentir es en lo de que no tiene alma. Detrás de ese aspecto visual tan cuidado y de la grandilocuencia de ciertos diálogos, yo sí he encontrado algo más, cierta trascendencia, una mezcla de arrepentimiento, ganas de mejorar y un grito descarado de «me la pela» a los reveses que da la vida.

Jude Law está espléndido, manteniendo el equilibrio perfecto entre el drama, el humor negro y el histrionismo, en un papel en el que es complicado no caer en la sobreactuación. Está, además, bien afeado para la ocasión; lo cual viene a confirmar la teoría de que todo actor más o menos agraciado necesita desfigurarse para algún papel en el que pueda demostrar que no está donde está solo por su cara bonita.

Jude Law en un still de Dom Hemingway
A su lado, Richard E. Grant que da una réplica a la altura, aunque manteniéndose en un discreto segundo plano. Y Emilia Clarke, también afeada para la ocasión (y achatada; ¿siempre ha sido tan enana o ha estado toda la película de rodillas?), que no es que esté mal, pero sosa, lo que se dice sosa, es un rato. Y hablando de sosos: también aparece en un par de escenas Nathan Stewart-Jarrett, más conocido como «sí, hombre, el negro aburrido de Misfits, que viajaba en el tiempo y tenía muchos dramas personales que a nadie le importaban una mierda; que todos los personajes guays se marchaban de la serie y él se quedaba ahí dando por culo. ¿No te acuerdas de él? ¿En serio? Pues casi mejor». Y de Stewart-Jarrett solo puedo decir que no me produjo ganas de quitar la película, impulso que me sí me despertaba en la serie antes mencionada, así que supongo que eso quiere decir que ha tocado techo a nivel interpretativo con su papel de novio intenso de la Clarke.

Emilia Clarke en un still de Dom Hemingway
En definitiva: peliculón y papelazo de Jude Law; pero es una opinión muy personal, ya que la película su buena ración de fallos y puntos flojos, y depende mucho de cada espectador si estos fallos le resultan insignificantes frente al resultado global de la cinta o si para él son imperdonables. Para mí, desde luego, lo que me regala Dom Hemingway en 90 minutos (¡viva el cine que no se alarga gratuitamente!) compensa con creces todo lo demás.

Y es que es una mezcla perfecta de tres cineastas muy polares, que encantan a unos y horrorizan a otros, y que a mí me tienen precisamente en el lado de los fans. Durante todo el filme estuve pensando que era como si Tarantino y Scorsese hubieran tenido un hijo usando a Diablo Cody como vientre de alquiler. Y aunque dé un poco la risa, creo que esta es la mejor forma de resumir no solo el argumento de la película y el estilo en que está rodada, sino también su tono general. Así que igual podéis borrar de vuestra mente la parrafada que os he hecho leer y quedaros con esto.

Para mí es un 9.


Nota: La BSO es una masterpiece. No te digo na' y te lo digo to'.
Nota (II): También sale el actor que interpretaba a Esteban en Weeds, por si alguien más es friki de la serie.