La «forma de vida» de Amélie Nothomb

La excéntrica escritora belga lo ha vuelto a hacer: en Una forma de vida consigue darle un nuevo giro de tuerca al juego de la ficción autobiográfica que viene caracterizando gran parte de su obra literaria. 

Para quien no la conozca, Amélie Nothomb es un rotundo bestseller en Francia, acreedora, entre otros, del Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. Se distingue por su inimitable estilo de escritura, a caballo entre el humor más absurdo y la ironía más refinada, con un tono que algunos tachan de pedante y otros, de corrosivo y genuino. Una de esas escritoras que no suele dejar indiferente, ya sea para bien o para mal, y que consigue publicar una narrativa que en principio está llamada a ser minoritaria, pero que resulta un superventas en muchos países. Si me permitís la comparación, es una especie de Haruki Murakami a la francesa (o a la belga). 

Uno de los juegos favoritos de esta escritora es convertirse en la protagonista de muchas de sus novelas. Sin embargo, no se trata de autobiografías reales, sino que juega a inventarse su propia historia, llegando, por ejemplo, a describir sus primeros tres años de vida asegurando que por aquel entonces estaba convencida de ser Dios (Metafísica de los tubos, 2001, Anagrama). 

Así se las gasta Nothomb cuando le dejan vía libre, y en Una forma de vida, su decimosexta novela publicada en España, lleva este tipo de ficción autobiográfica al extremo, como os decía en las primeras líneas. 

Una forma de vida narra la historia de una novelista llamada Amélie Nothomb que recibe una carta de un lector suyo que en esos momentos se encuentra destinado en Irak con el ejército estadounidense. Este soldado tiene un problema: los horrores de la guerra lo atormentan, y su única forma de huir de ellos es comer y comer, hasta límites enfermizos

Amélie Nothomb (la Nothomb de la novela) comienza a cartearse con él para conocer más detalles sobre su padecimiento, y aquí se inicia una historia epistolar que esconde una crítica corrosiva hacia la guerra y el ego de los escritores, pero también de sus lectores. 

Reseña de Una forma de vida de Amélie Nothomb.Una novela en la que la autora tiene el valor, o la poca vergüenza, de usarse como ejemplo y convertirse a sí misma en el blanco de la crítica. Un estudio incisivo y despiadado de temas como la guerra, la relación con la comida y el propio cuerpo, el ego, la mentira… 

Como viene siendo habitual en las últimas novelas de esta escritora, la obra está lejos de la calidad de sus primeras publicaciones, pero la he encontrado un escalón por encima de sus predecesoras más inmediatas. Quizá no sea tan divertida, pero desde luego, es una de sus novelas más conseguidas en lo que se refiere al juego de ficción entre escritor y lector. Entre las páginas de Una forma de vida, casi parece que uno pudiera ver a la autora guiñándole un ojo e invitándolo a escribirle una carta. 

Una novela que dejará satisfechos a los fans de la autora belga, pero que quizá resulte un poco árida para los que no la conozcan. Si quieres empezar a leer a Nothomb, posiblemente esta no sea la opción más adecuada; sus primeras novelas sin duda te resultarán más asequibles y entretenidas.

Para mí es un 8.

Menos que cero, de Bret Easton Ellis

Bret Easton Ellis es otro de esos escritores, a lo Charles Bukowski, de los cuales uno podría decir que su fama no se debe a tanto a la calidad de su escritura como al contenido: provocador y, según cómo se mire, terrorífico. Su prosa no es nada del otro mundo, y ni siquiera estoy seguro de que ese aire de frialdad quirúrgica, de apatía, sea intencionado; quizá, simplemente, no sabe escribir mejor. Lo dicho: como Bukowski. Nunca llegaremos a saber si son dos de los grandes escritores de sus respectivas generaciones o los mejores expertos en SEO y Marketing en general. Tampoco creo que importe.

Reseña de Menos que cero, de Bret Easton Ellis.A diferencia de Bukowski, Ellis ambienta sus historias en Los Ángeles, la ciudad pecaminosa por excelencia; en concreto, en la juventud rica y deshumanizada que puebla los barrios pijos y se pasa las horas drogándose y yendo a fiestas en las que nunca falta una violación para crear ambiente. Hablo de historias en lugar de libros porque Ellis dio el salto a Hollywood (o al sub-Hollywood) tras el exitazo de la adaptación cinemtográfica de su novela más conocida: American Psycho. Sí: ESA American Psycho. 

Y, para alimentar todavía más la imagen extraña que debéis de tener ya en la cabeza, dejadme que os diga que la última obra de Ellis fue precisamente un guion original llevado a la gran pantalla por Lindsay Lohan en pleno mono (y deformada para la ocasión por cortesía de la cirugía y sus adicciones)  y un actor porno cuyo nombre de guerra es un juego de palabras con James Dean. La película, por si alguien tiene curiosidad (morbosa), es The Canyons, y no es tan mala como la pintan. En realidad, es igual que cualquiera de las novelas de Ellis, tiene todos sus elementos característicos, y sin embargo la crítica la denuesta. Por el contrario, novelas como Menos que cero, cuyo argumento es el mismo al 99%, son elevadas a la categoría de obra maestra.

Volviendo a Menos que cero, que es de lo que venía a hablar: no está mal. No está mal si sabes a lo que vas. Yo conozco bastante bien a Ellis, tanto por escrito como en sus adaptaciones cinematográficas, así que sabía lo que me iba a encontrar, y por eso disfruté de la novela. ¿Y qué esperaba encontrar? Pues jóvenes deshumanizados, rozando la sociopatía, como protagonistas; drogas, escenas de mal gusto de todo tipo, ausencia de toda clase de sentimiento, bueno o malo, indiferencia, apatía... Un retrato de un estrato social americano de los años 80 descrito desde la más absoluta (y cruel, y terrorífica) indiferencia.

Dicen que ahí está lo interesante de Ellis como escritor: en su frialdad, en su aparente desinterés por las atrocidades que narra, subyace (o eso queremos ver todos cuando leemos una de sus novelas) una crítica social afilada. En concreto, contra esa juventud privilegiada que lo tiene todo y, precisamente por eso, está más que dispuesta a perderlo con tal de pasar un buen rato.

La novela ha envejecido mal, eso es un hecho. Hoy en día, el submundo que nos retrata el autor a través de Clay, un joven universitario que regresa a casa (Los Ángeles) por Navidad, nos resulta muy ajeno. Lo leemos y flipamos un poco con lo mal de la olla que está toda la gente en la novela, sí; pero hasta ahí. En los 80, sin embargo, fue un bombazo. Un escándalo. La sociedad puritana e hipócrita de EE.UU. (que lo era todavía más en aquel entonces) se sintió entre asqueada, ofendida y pillada con las manos en la masa; y los jóvenes convirtieron el libro en una novela de culto, porque decían verse identificados con ella. Salvando las distancias, Menos que cero fue El guardián entre el centeno de su tiempo.

En cualquier caso, como digo, hoy la novela ya no tiene vigencia, porque nos pilla muy lejos de aquello y el impacto no es, ni de lejos el mismo que el que sin duda debía de causar a los lectores de los 80. Siempre es una pena que haya novelas que envejezcan tan rápido, pero es ley de vida.

Por lo tanto, una lectura que solo recomiendo a fans del género o del autor, o a gente con, como decía antes sobre la película de LiLo, curiosidad morbosa. Siempre sabiendo lo que uno se va a encontrar, claro, para no llevarse sorpresas desagradables.

A mí, no obstante, me ha satisfecho bastante. Porque soy así de especialito y morboso. Por esa razón...

Para mí es un 7.5.

Goodbye Berlín, de Wolfgang Herrndorf

Tengo debilidad por las road storys; o séase, las historias de personajes dispares que se ven obligados a recorrer un largo camino juntos, normalmente en un coche que se cae a pedazos. Esta debilidad es algo que comprobaréis si os quedáis algún tiempo en este blog, porque seguro que en lo que queda de año caerán otro par de novelas y películas de este género. No me preguntéis por qué me atrae, pero el caso es que es así.

Reseña de Goodbye Berlín, de Wolfgang Herrndorf.A pesar de esto, no creo que con Goodbye Berlín me esté dejando llevar por mis gustos personales. Estoy convencido de que, más allá de que a uno le vaya el rollo Dos en la carretera o no, esta novelilla juvenil es una de las más disfrutables que nos han llegado en los últimos años. Y no sé si será casualidad que esta venga de nuestros vecinos europeos en lugar de EE.UU., pero el caso es que la novela (y sus dos protagonistas, por supuesto) me ha encandilado.

En Goodbye Berlín nos encontramos con Maik, clásico adolescente víctima de una familia desestructurada, que, al terminar las clases en el instituto, se queda solo en casa durante el verano, con pocas perspectivas de divertirse. En resumidas cuentas: su familia pasa de él, su vida social es bastante pobre y hay una chica que... En fin, tiene catorce años y hay una chica; no creo que haga falta que os diga lo malo que es eso, porque seguramente todos lo hayamos vivido.
Es entonces cuando aparece Tschick (diminutivo de un apellido todavía más largo y complicado de pronunciar), un ruso problemático y excéntrico con el cual Maik no tiene ninguna relación. O por lo menos, no la tenía hasta que Tschick decida que necesita un compañero de aventuras y escoge a Maik.

Así, con un coche robado, dos marginados que apenas se conocen y un viaje hacia un país que no existe, comienza esta bonita historia.

Lo que sigue no se sale del guion clásico de las road storys: malentendidos, personajes curiosos y entrañables, autodescubrimiento... Es un esquema de manual, pero la ejecución de Herndorf es perfecta, y el resultado es una novela ágil (se lee fácilmente en una tarde), divertida, emocionante y sincera. Sobre todo, sincera. Un acercamiento realista y honesto a los problemas de un par de chicos de catorce años. Por una vez, leyendo su historia, uno se cree que de verdad son adolescentes, con problemas de adolescentes, y empatiza con ellos.

No voy más allá, porque es la trama es tan sencillita (y me encanta que lo sea, ojo) que es difícil decir más sin caer en spoilers. Solo quiero insistir en que los dos protagonistas son entrañables, especialmente Tschick, y que estamos ante una novela juvenil realista. En todos los sentidos. Y se agradece algo así de vez en cuando.

Mención especial para bromas que son un guiño al lector, como los concursos de reparto de comida basados en preguntas sobre Harry Potter. Una delicia.

Para mí es un 8.5.


Nota: Al poco de terminar la novela, buscando más libros del autor, me enteré de que falleció hace poco menos de un año de una enfermedad. Una verdadera lástima. D.E.P.