Soy 'Divergente' (o algo así)

Todo el mundo sabe que uno es más feliz cuando vive en la ignorancia. El equivalente cinematográfico de esto vendría a ser que uno siempre disfruta más del cine cuando entra en la sala sin expectativas de ningún tipo. Eso es, afortunadamente, lo que me ha sucedido con el último bombazo del cine juvenil (adaptación del último bombazo de la literatura juvenil).

No he leído la trilogía en que se basan las películas, y de momento no creo que vaya a hacerlo, porque aunque todo el mundo dice que es muy recomendable, no acaba de ser mi estilo de lectura. Ahora bien, como película de dos horas (y pico), me vale.

Como digo, precisamente por aquello de no ser lector de la saga literaria, por una vez podía ir al cine libre de esos agobios que todo lector tiene en estos casos: «¿habrán quitado aquella escena tan bonita en la que...?», «¿le restarán protagonismo a mi secundario preferido?», «espero que no hagan que la protagonista parezca la típica idiota hiperdependiente del chico guapo». Y, quizás gracias a eso, he podido disfrutar mucho de esta película.

Crítica película Divergente distopía

Para quien no sepa de qué va la cosa, Divergente nos habla de un futuro distópico en el que la sociedad está organizada mediante un férreo sistema de castas que, en teoría, están sujetas a la personalidad de cada individuo. Nuestra adolescente protagonista pertenece por nacimiento al grupo de los aburridos: Abnegación. Sin embargo, cuando le llega el momento de escoger si se queda para siempre en esa casta (con su familia) o cree que encaja mejor en otra, se vuelve to' loca y se va con la gente guay (y un poco violenta de más, para qué engañarnos) de Osadía.

Oh, sí, y un momento antes de escoger Osadía descubre a través de una especie de test de aptitud (mucho más efectivo que el que llevan a cabo en los institutos de nuestro mundo) que en realidad ella es divergente. Y eso es malo, muy malo, porque la estricta sociedad en la que vive teme a los divergentes, y por eso son perseguidos.

Y hasta aquí puedo revelar. A partir de este momento, comienza la parte guay que ya os podéis imaginar, con sus combates, su guaperas sexy pero vulnerable y los modelitos ajustados e imposibles que se calzan últimamente en todas las películas de este tipo.

Crítica película DivergenteLa película, como os digo, está muy bien; al menos, a mí no me aburrió ni un solo segundo durante las dos horas y pico que dura, y creedme que eso tiene mérito, porque soy uno de los mayores defensores del cine de 90 minutos. Sobre si es una buena adaptación o no, eso tendréis que decirlo los lectores, que seguro que sois la mayoría; yo fui al cine con una amiga que se había leído la trilogía, y no despotricó nada a la salida, así que supongo que eso es indicio de que está más o menos bien adaptada.

Los actores, correctitos, pero sin más. Shailene Woodley es una chica con mucho encanto en pantalla, incluso aunque la estén quemando de tanto exponerla (curiosamente, lo mismo que le pasa a otra compañera distópica: Jennifer Lawrence). Una buena prueba de lo mucho que la están quemando los de Hollywood es una secuencia en la que ella está sola con Theo James, Miles Teller y Ansel Elgort y un servidor, que para esto tiene muy mala baba, no puede evitar comentar: «a uno se lo tira en esta película, a otro se lo zumbó en la última que hizo antes de esta, y al otro se lo va a trajinar en la que saca el mes que viene».

Hollywood, ese lugar de trabajo taaaaan duro para una chica joven.

Y sobre Divergente, que de eso va la entrada...


Para mí es un 8


Goodbye Berlín, de Wolfgang Herrndorf

Tengo debilidad por las road storys; o séase, las historias de personajes dispares que se ven obligados a recorrer un largo camino juntos, normalmente en un coche que se cae a pedazos. Esta debilidad es algo que comprobaréis si os quedáis algún tiempo en este blog, porque seguro que en lo que queda de año caerán otro par de novelas y películas de este género. No me preguntéis por qué me atrae, pero el caso es que es así.

Reseña de Goodbye Berlín, de Wolfgang Herrndorf.A pesar de esto, no creo que con Goodbye Berlín me esté dejando llevar por mis gustos personales. Estoy convencido de que, más allá de que a uno le vaya el rollo Dos en la carretera o no, esta novelilla juvenil es una de las más disfrutables que nos han llegado en los últimos años. Y no sé si será casualidad que esta venga de nuestros vecinos europeos en lugar de EE.UU., pero el caso es que la novela (y sus dos protagonistas, por supuesto) me ha encandilado.

En Goodbye Berlín nos encontramos con Maik, clásico adolescente víctima de una familia desestructurada, que, al terminar las clases en el instituto, se queda solo en casa durante el verano, con pocas perspectivas de divertirse. En resumidas cuentas: su familia pasa de él, su vida social es bastante pobre y hay una chica que... En fin, tiene catorce años y hay una chica; no creo que haga falta que os diga lo malo que es eso, porque seguramente todos lo hayamos vivido.
Es entonces cuando aparece Tschick (diminutivo de un apellido todavía más largo y complicado de pronunciar), un ruso problemático y excéntrico con el cual Maik no tiene ninguna relación. O por lo menos, no la tenía hasta que Tschick decida que necesita un compañero de aventuras y escoge a Maik.

Así, con un coche robado, dos marginados que apenas se conocen y un viaje hacia un país que no existe, comienza esta bonita historia.

Lo que sigue no se sale del guion clásico de las road storys: malentendidos, personajes curiosos y entrañables, autodescubrimiento... Es un esquema de manual, pero la ejecución de Herndorf es perfecta, y el resultado es una novela ágil (se lee fácilmente en una tarde), divertida, emocionante y sincera. Sobre todo, sincera. Un acercamiento realista y honesto a los problemas de un par de chicos de catorce años. Por una vez, leyendo su historia, uno se cree que de verdad son adolescentes, con problemas de adolescentes, y empatiza con ellos.

No voy más allá, porque es la trama es tan sencillita (y me encanta que lo sea, ojo) que es difícil decir más sin caer en spoilers. Solo quiero insistir en que los dos protagonistas son entrañables, especialmente Tschick, y que estamos ante una novela juvenil realista. En todos los sentidos. Y se agradece algo así de vez en cuando.

Mención especial para bromas que son un guiño al lector, como los concursos de reparto de comida basados en preguntas sobre Harry Potter. Una delicia.

Para mí es un 8.5.


Nota: Al poco de terminar la novela, buscando más libros del autor, me enteré de que falleció hace poco menos de un año de una enfermedad. Una verdadera lástima. D.E.P.