Diccionario friki

Esta es una entrada un poco rándom. La idea me surgió hace un par de días, cuando redacté la entrada de mi top 5 de parejas seriéfilas, porque recordé una conversación que había tenido una vez con unos amigos (del mundo real, ya me entendéis). Resulta que estábamos hablando precisamente de nuestras parejas favoritas de las series de televisión, yo me vine arriba y empecé con la jerga: que si «yo shippeo mucho a Fulanito y Meganito», que si OTP... Mis amigos me pidieron que les tradujera al cristiano y luego me llamaron flipado.

El caso es que todos usamos a veces ciertos palabros muy especializados que no todo el mundo entiende. Y se me ha ocurrido que de vez en cuando podría explicar el significado de alguno de ellos, porque uno nunca sabe hasta que punto sus lectores están puestos en un tema, y más en un blog misceláneo como este.

Inauguro el diccionario con unas siglas que suelen dar muchos problemas:

OTP: 'One true pairing', que podríamos traducir por algo así como «la pareja auténtica» o, simplemente, «LA pareja». Se refiere a la pareja a la que un fan idolatra dentro de un determinado libro, serie o película. A uno puede gustarle, por ejemplo, la relación de Hermione tanto con Ron como con Harry y no importarle mucho si acaba con uno o con otro. Ahora bien, continuando con el ejemplo, si uno cree que Hermione y Ron están hechos el uno para el otro y que, si uno de los dos muere, el otro debería guardarle luto toda la vida y no volver a amar jamás, entonces estamos ante una OTP. Una OTP es, en definitiva, la pareja que alguien defiende a ultranza dentro de un determinado fandom: están destinados a terminar juntos y no hay discusión posible, incluso aunque dentro del libro o serie en cuestión nunca lleguen a ser pareja.

¿Os ha quedado claro? ¿Conocíais el término friki en cuestión? Si tenéis sugerencias para el diccionario, estoy abierto a ellas.

5 parejas (fuera) de serie

No soy muy de tops, tags y todas esas cosas, pero lo que sí soy es un shipper redomado. Es decir: me encanta hacer parejitas en las series, películas y libros; si no las hacen las creadores, me las invento yo, y si sí las hacen, pues yo aplaudo y fanboyeo, como tiene que ser. Por eso, cuando vi este top en el blog de Lector en el muro, me dije: «esta idea me la apunto». 

Sin más dilación, os dejo con mis cinco parejas favoritas (algunas más reales y otras menos) de las series de televisión:

1. Aidan & Sally, de Being Human (US)

Being human Aidan Sally gif

Mi pareja seriéfila por excelencia. Creo que la razón de que me guste tanto esta relación es que, incluso cuando él es un vampiro atormentado y ella, un espectro intangible, me la creo totalmente. Es muy real. Por una vez, se ve que, antes que cualquier otra cosa, son amigos y se quieren incondicionalmente. Es maravilloso ver pasar los capítulos y encontrarse a Sally animando a Aidan con sus relaciones, dándole consejos y haciendo bromas sobre su vida sexual con total naturalidad, sin que el director de turno ponga música triste y haga un primer plano de los ojos de Sally para demostrarnos que está profundamente enamorada. Los espectadores no somos tontos, y cuando hay química entre una pareja, se nota. Aidan y Sally están maravillosamente guionizados y mejor interpretados todavía, y su química traspasa la pantalla, tanto cuando hacen de amigos que se apoyan incondicionalmente, como cuando parece que hay algo más. Un amor de los de verdad, de los que basan en querer que la otra persona sea feliz.

2. Rory & Jess, de Las chicas Gilmore

Gilmore Girls rory jess gif

Antes de que se asentara el concepto de Team X en cuestión de triángulos amorosos con dos chicos de por medio, el mundo ya se dividía entre los que querían que Rory acabara con Dean, y los que querían que terminara con Jess. Y luego las malas personas con taras psicológicas, que apoyaban a Logan. Yo siempre he sido de Jess, y no me voy a extender demasiado: Rory es inteligente, culta, sarcástica y un poco paradita, así que lo que necesita es un chico que le dé un poco de vidilla y, al mismo tiempo, pueda seguir el ritmo de sus conversaciones, no un pelele cursi que le baile el agua. Jess era el chico ideal para ella, aunque tuviera sus problemillas emocionales y necesitara un tiempo para arreglarlos. De hecho, la serie iba a terminar con ellos dos juntos, pero entraron en juego esas criaturas horribles que son a veces los actores, y que tantas relaciones de ficción han destruido con sus idas y venidas.

3. Kevin & Scotty, de Cinco hermanos

Brothers and sisters kevin scotty gif

El mejor ejemplo de un matrimonio bien avenido. Se conocieron y se atrajeron al instante, pero no hubo manera de que sus personalidades encajaran. Maduraron, se convirtieron en niños grandes y volvieron a intentarlo. A partir de ahí, como la seda. Como digo, uno de los matrimonios más sólidos que he visto en televisión, incluso aunque a última hora a los guionistas se les fuera la olla y, queriendo crear algo de tensión, se sacaran de la manga unos cuernos que no venían a cuento y eran totalmente inverosímiles. Fijaos si eran pocos creíbles los cuernos, que dentro de la propia serie, todos los personajes se ponían en plan «imposible, te lo estás inventando» cuando se enteraban de lo que había pasado; un claro mensaje de los guionistas, como diciendo «sabemos que no tiene sentido, pero hay que meter un poco de mierda para subir la audiencia».

4. Cary & Kalinda, de The Good Wife

The good wife Cary Kalinda gif

El repelente Logan que mencionaba antes hablando de Las chicas Gilmore se convirtió en el estirado pero adorable Cary de The Good Wife, y si encima lo juntas con esa diosa que es Kalinda, pues ya tenemos el premio gordo, señores. No nos engañemos, el punto fuerte de esta relación es Kalinda, pero porque ella siempre lo es en cualquier trama en la que la pongas. No obstante, la investigadora favorita de la televisión, es conocida por pasarse por la piedra a todo personaje que aparece en la serie, así que son muchos los candidatos a ser shippeados con ella. ¿Y por qué Cary, entonces? Pues porque él sabe darnos ese punto de «me dejo engañar por Kalinda porque estoy enamorado perdido, pero le doy caña cuando se pasa y hago que se disculpe por ser una zorra egoísta». Encajar con un personaje tan complicado como Kalinda es difícil, y creo que Cary ha encontrado el equilibrio, y forman una pareja monísima, al margen de que en la serie sean pareja, no lo sean o no lo sepan ni los guionistas.

5. Nancy & Andy, de Weeds

Weeds Nancy Andy gif

Para mi gusto, una de las no-parejas mejor llevadas de la televisión. La serie tiene sus altibajos, pero la relación de estos dos es impecable. Otras series han jugado mucho con la tensión de «estos personajes se liarán..., algún día. O no». Bones, Castle, The Killing..., hay muchas series que han usado este recurso mejor o peor, pero en Weeds lo bordan. Las temporadas pasan, los personajes van y vienen, pero el evidente cuelgue de Andy por Nancy y lo que quiera que esta sienta por él siguen ahí, aunque rara vez se mencionan explícitamente. Y esto da lugar a dos de las escenas más potentes de la serie, precisamente en el penúltimo y último episodios de la misma. Porque los amores imposibles, no correspondidos o, sencillamente, desincronizados, también tienen tienen mucha ciencia y hay que saber llevarlos, no basta con crear un poco de tensión durante las temporadas y tener al espectador esperando a que se líen de una vez.

---

Algún día prometo volver con una entrega de parejas de cine y literatura también...

Bueno, ¿y vosotros qué? ¿Shippeáis mucho en las series?

The Americans, T2

Esta última semana he tenido el blog abandonadillo por la carga loca de trabajo que implica el final de curso, pero ya vuelvo a ser libre para darle un poco de vidilla. Voy a empezar haciendo un breve repaso (libre de spoilers) de lo que ha sido la segunda temporada de The Americans. La idea de hacerlo surgió de la enésima vez en que leí la pregunta del millón: «me encanta Homeland, ¿merece la pena que le dé una oportunidad a The Americans?». ¿Cuántas veces se hace esta pregunta al cabo del día? Es curioso, pero es algo que lleva siendo así desde que se estrenó la serie, con esa cabecera que, efectivamente, sí que recuerda bastante a la de Homeland.

Si no conoces The Americans, solo te diré dos cosas: 1) te lo estás perdiendo, eh, te lo estás perdiendo, ¿me oyes? Que las temporadas pasan y tú te lo pierdes. Te lo estás perdiendo; y 2) se parece a Homeland lo mismo que mi madre a Scarlett Johansson. Tanto mi madre como la musa del cine que podría desatascar desagües con sus labios comparten un rasgo esencial: son mujeres. Pues bien, The Americans, al igual que Homeland, es una serie de espías. Fin de la similitudes.

De hecho, si queréis mi opinión totalmente subjetiva, después de haber visto la tercera temporada de una y la segunda de otra, creo que The Americans está ahora mismo en un momento mucho, mucho mejor. Pero no me hagáis mucho caso, porque soy de los que se aburrieron como una ostra con la tercera entrega de las aventuras de Carrie 'Locadeloshuevos' Mathison, y sé que a muchos otros fans les ha parecido una temporada igual de buena que las anteriores.


Volviendo a la serie que nos ocupa, de su primera temporada se dijeron casi tantas cosas buenas como malas. Que los actores estaban correctos, que el guion era sólido, que el tema era interesante y que la ambientación ochentera estaba muy bien conseguida sin caer en las típicas extravagancias en las que suelen incurrir las ficciones que se ambientan en este periodo. No obstante, también se la tachó de ser demasiado fría, de no conectar emocionalmente con el espectador. En resumen: correcta a nivel técnico, pero fría en sentimiento.

Vaya por delante que yo jamás entendí estas críticas. Sin ser la serie más emocional del mundo, la supuestamente poco expresiva Keri Russell me resulta mucho más entrañable en su papel de femme fatale que Claire Danes haciendo pucheros, pero imagino que ahí entran los gustos personales sobre estilos de interpretación.


Sea como fuere, esta segunda temporada, The Americans parece haber sabido escuchar las críticas y aprender de ellas, lo que habla mucho en su favor. Y es que en esta segunda tanda de episodios hemos tenido mucha más emoción, calidez y, sobre todo, se ha hecho más énfasis (aunque ya existía en la primera, ojo) en la dimensión humana del conflicto. Lo importante no son las peripecias de una pareja de espías en plena Guerra Fría: son las peripecias de un matrimonio con hijos en plena Guerra Fría. No son robots, después de todo, sino seres humanos, por muy espías que sean.

Esta segunda temporada ha tratado de explotar eso, dándole también más papel a los hijos. Y en mi opinión, han acertado plenamente, porque no solo los personajes han ganado en profundidad, sino que el propio argumento de la serie resulta más emocionante. Por otro lado, con la trama de Nina y el agente Beeman también han buscado un toque más humano, más personal, y de nuevo les ha salido bien.

En resumen, para mí, esta segunda temporada ha sido mucho mejor que la primera, que ya me parecía buena de por sí. Hay más acción, más intriga, más tensión, y todo ello lo han conseguido explotando la humanidad de los personajes. No deja de resultar curioso como, mostrándonos lo vulnerables que pueden llegar a ser unos y otros, consiguen hacer que la trama de espionaje sea más emocionante.

Y el final es muy bueno, de los que a mí me gustan: cierran las tramas principales de la temporada, pero al mismo tiempo plantan las bases para una tercera temporada potente.

Si no habéis visto la segunda temporada, os recomiendo que os pongáis con ella pronto. Y si ni siquiera habéis visto la primera, mandad a la mierda a la loca de Carrie y concededle una oportunidad a Elizabeth.

Revenge: destripando la season finale

Seguro que más de uno se acuerda de que, antes de que se estrenara, nos vendían Revenge como una versión contemporánea y actualizada de El conde de Montecristo. Tres temporadas y sesentaitantos capítulos después, creo que se puede decir sin ningún reparo que Revenge es a El conde de Montecristo lo que Belén Esteban a la literatura: una patada en los cojones. Una patada en los cojones, eso sí, con unos Manolo Blahnik (o lo que se lleve ahora en tema de zapatos para señoras americanas con mucho dinero, que no estoy muy puesto en la materia). Sea como fuere, la grandeza de Revenge reside precisamente en hacer de la necesidad virtud, ser consciente de lo que es (un señor CULEBRÓN) y tomar la determinación de convertirse en lo mejor en lo suyo. O séase: regalarnos los giros culebronescos más típicos y al mismo tiempo estrambóticos posibles.

Ahora sí, os advierto de que voy a entrar ya en materia, con lo que la entrada contendrá spoilers del final de la tercera temporada. Y de los gordos. Avisados estáis.

Ahora ya, no nos andemos con rodeos: en el último capítulo de la que será, casi con toda seguridad, la penúltima temporada de la serie nos encontramos con una muerte (y media) y una resurrección. Así, centrándonos solo en lo verdaderamente relevante. Luego también tenemos un hijo segundón franchute sediento de venganza, una puta muerta en una cama de hotel y otro drama personal de Charlotte Grayson (a.k.a. Charlotte Clarke, a.k.a. La niña esa que está todo el día haciendo pucheros).

Así, a grandes rasgos, Vicky entra en una espiral de furia homicida (ya se echaban de menos, que estaba teniendo una temporada muy tranquila) porque Conrad se ha cargado al amor de su vida. Para quien tenga dudas: el amor de su vida, al menos en este arco de cinco capítulos, es Pascal Lemarchal. Que ya sabemos que Victoria es especialista en tener muchos amores de su vida, especialmente en esa etapa guarrilla que tuvo entre los dieciséis y los veinte y en que se pasó por la piedra, como mínimo, a un señor de cada nacionalidad existente. ¿Ya nadie se acuerda del pintor perroflauta interpretado por James Purefoy? Un crossover entre Revenge y The Following sería tan, tan... Sería desternillante, eso seguro; otra cosa sería ya la calidad del producto resultante.
Estas acaban haciéndose un Lebos, os lo digo yo.
En fin, volvamos al tema que nos ocupa. Vicky ha perdido (again) al a un amor de su vida, pero como no tendría gracia que le echara la culpa a Conrad (que ciertamente es el asesino), decide que la que tiene que pagar los platos rotos es Emily/Amanda (a partir de este momento, Emanda). ¿Y qué hace? Pues, para alegría del sector del fandom que no son unas mojabragas (es decir, otras dos personas y yo), se carga a Aiden. Con veneno, discurso perverso de despedida, un vestido de infarto y todo lo que cabría esperar de un asesinato de Vicky. Y para más inri, le planta el cadáver en el sofá a Emanda para que lo encuentre al llegar a casa, versionando la famosa escena de la cabeza de caballo de El Padrino al estilo Grayson.

Hasta aquí la muerte número 1.

Lo que pasa a continuación es lo esperado: Emanda pierde a la persona a la que más quiere en el mundo (again) y entra en una espiral de furia vengativa (again). Urde uno de esos planes enrevesados que el espectador sabe que, de una manera u otra, le saldrá bien, y tras muchas idas y venidas, consigue darle un palazo en toda la cara a Victoria (precioso momento: el arte de la pelea de perras llevada a su más fino nivel) y encerrarla en un psiquiátrico. Y claro, allí nadie le hace mucho caso a la Vicky cuando se pone a gritar como una posesa que Emanda no es Emily Thorne, sino Amanda Clarke. Porque es lo que tienen los pacientes psiquiátricos: que si hablan de dobles identidades y resurrección, nadie los toma en serio.
Como tampoco los espectadores nos tomamos ya en serio una resurrección en Revenge. Al menos, no después de que Lydia Davis resucitara por lo menos en la mitad de los capítulos en que aparece. Así que, cuando Conrad se escapa de la cárcel (¿cómo no?) y es apuñalado por una figura misteriosa que resultar ser David Clarke, pues... ¿alguien se sorprende?

Creo que la mitad del fandom tenía en mente esa posibilidad desde la primera temporada. Lo genial de Revenge es que, aun sabiendo que es más que probable que algo suceda, te sorprende. Porque uno está ahí en el sofá de su casa pensando: «los guionistas de esto están tan pasados que cualquier día resucitan al David. ¡Jajaja! ¿Te imaginas? ¡Nah! No se atreverán. No tendrán los santos cojones de resucitar al David». Y efectivamente: los tienen. 

Con estos elementos (más todos los dramas de Daniel, Charlotte, Jack y Margaux, que a nadie le importan un pimiento), la cuarta y presumiblemente última temporada de Revenge promete ser excelente. Excelente en lo suyo: en falsas muertes, resurrecciones, puñaladas por la espalda, peleas de perras, bastardos y todos los giros estrafalarios que uno se quiera imaginar. La gracia está precisamente en que es una serie sin complejos, que sabe desde el principio que no es más que una telenovela de Nova con mejor labor de casting, y que no se avergüenza de ello, sino que lo abraza y decide sacarle el máximo partido. 

Revenge te mira directamente a los ojos y te dice: «cuando viniste ya sabías que era un culebrón, pues prepárate, porque voy a ser el culebrón más loco que hayas visto jamás». Y de momento, lo consigue. Si alguien necesita una definición del término guilty pleasure en lo que a series de televisión se refiere, que se ponga un episodio de esta.

No sé vosotros, pero yo no me perderé la cuarta temporada, porque me muero por ver si Conrad resucita, si Lydia lo hace también para volver a reunirse con él (esta vez no está muerta, ¡pero que resucite igual!), si a Jack le dan por el hojaldre en la cárcel y lo espabilan y, sobre todo, por ver cuánto tarda Vicky en declarar que David Clarke es (again) el amor de su vida.

Los límites de la ficción

Permitidme que hoy reflexione sobre un tema muy particular. Tiene que ver con Juego de tronos, así que ya os adelanto que el siguiente artículo contiene spoilers de los tres primeros episodios de la cuarta temporada y de la novela Tormenta de espadas. Avisados quedáis.

Los más avispados seguro que ya os imagináis sobre qué voy a hablar: esa escena del episodio 3, la escena. Que no lo es porque sea la mejor ni la más interesante, sino porque vivimos en una sociedad en la que cualquiera se aventura a hablar sin pararse un segundo a pensar en si lo que hace tiene sentido o no. En la escena de la que os hablo, Jaime Lannister, hermano mellizo y amante no tan secreto de Cersei Lannister, la fuerza a tener sexo con él delante del cadáver del hijo de ambos, recientemente asesinado. Y la polémica, claro está, no se ha hecho esperar.
Gif de Jaime y Cersei en Game of thrones (Juego de tronos)
No es la primera vez que Cersei y Jaime tienen una escena semejante
Porque, así funciona el mundo: dos personajes atormentados por la muerte de su hijo (que para más inri, oficialmente no es hijo de Jaime, sino de otro hombre) tienen sexo incestuoso en un lugar sagrado, ante un cadáver, con su padre y el nuevo rey recién salidos de escena, con una mezcla turbulenta de tristeza, rencor, melancolía y miedo, y todo lo que se le ocurre decir a la gente es que «hay que ver que fuerte, que en Juego de tronos hacen apología de la violación». Los más generosos simplemente se quejan de que la adaptación de la escena es poco dudosa, porque en los libros es bastante diferente. Pero ¿nadie va a hablar de lo maravillosa que es la escena en términos cinematográficos y literarios? Violación o no, incesto o no, es exquisita. Los sentimientos enfermizos traspasan la pantalla y llegan hasta el espectador.

La famosa Boda Roja era una masacre que llevaba incluidas, entre otras cosas, un regicidio, el asesinato de un animal, el de un bebé nonato y profanación variada de cadáveres, pero nadie exigió que los creadores de la serie o el escritor de los libros pidieran disculpas. ¿Por qué? Sencillo: porque es ficción. Y la ficción, amigos míos, espero que todos estemos de acuerdo, no tiene límites. O no debería de tenerlos.

Cumbres borrascosas, novela atemporal donde las haya, está protagonizada por personajes repulsivos que llevan a cabo acciones aún más repulsivas movidos por los sentimientos más bajos de odio y rencor que el ser humano puede llegar a experimentar. Romeo y Julieta, de Shakespeare, habla de jóvenes que se dejan llevar por las bajas pasiones (sí, bueno, ellos lo llaman amor), desobedeciendo a sus familias e introduciéndose en una espiral de enfrentamientos sangrientos que conducen a la muerte. Y el mismo Quijote habla sobre un tipo que un buen día agarra una lanza y sale al campo manchego a atacar con ella al primer clérigo inocente al que confunde con un secuestrador. Y así podríamos seguir buscando ejemplos hasta mañana.

Yo, personalmente, no imitaría la conducta de ninguno de estos personajes en la vida real. Tampoco imitaría la de Jaime Lannister; ni, en general, la de ningún personaje de la serie Juego de tronos y las novelas en que se basa. No obstante, esto no significa que no aprecie la calidad de todas estas obras y no disfrute como un enano leyendo las peripecias de sus personajes, por retorcidas, enfermizas y deleznables que resulten. Repito: la ficción no tiene límites.
Jaime y Cersei en un still de Game of thrones (Juego de tronos)
Cersei, ¿una leona desvalida?
Así que, por favor, que no me vengan ahora un puñado de progres iletrados a decir que una escena de una serie de televisión hace apología de la violación, que es un atentado contra la libertad de las mujeres o que sus responsables están enfermos. Porque todo el que extraiga ese tipo de ideas de una serie de televisión, una película, una novela, una pintura, etc. es un completo ignorante que desconoce lo que son el arte y la ficción.

Y claro, la polémica ya estaba servida, pero fue a más cuando el director del episodio trató de justificar la escena diciendo algo así como que no era una violación, sino una especie de juego sexual de roles de poder, y que al final Cersei consentía. Ojo, que lo que dice es muy lógico dentro del universo de la serie, y al menos yo, como espectador y también lector de la saga literaria, creo que es totalmente acertado: por lo que sabemos acerca de la relación íntima entre Cersei y Jaime, los juegos de poder tienen un papel muy importante. El problema es que el director explica desde el punto de vista ficcional, literario, una escena a un grupo de personas que se quejan de ella precisamente porque no saben entender lo que es la ficción. Y claro, esto ya es el remate.

He leído algún artículo bochornoso (y publicado en medios especializados, lo cual es aún más preocupante) que dice cosas como «no también significa no en Poniente» y prácticamente acusa a este señor de estar parafraseando a esos violadores que tienen las santas narices de defenderse diciendo burradas como «ella me provocaba» o «decía que no, pero yo sé que le gustaba.»

¡Por los Antiguos Dioses! ¿Cómo iba a querer decir eso el pobre hombre? Intentaba explicar (quizá eligiendo mal las palabras, eso no lo discuto) que la escena no estaba concebida siquiera como una violación (y ojo, que si lo estuviera, tampoco pasaba nada; repito: es ficción). Y es que es cierto que en la escena nos encontramos pequeñas sutilezas que indican que, efectivamente, la supuesta violación no era exactamente tal.

Cersei Lannister en Game of thrones (Juego de tronos)
Para empezar, lo que Cersei dice es «aquí no». Y lo dice no con la furia que una mujer como ella emplearía contra un hombre que la intenta forzar (conocemos a Cersei, todos sabemos que reaccionaría con violencia contra algo así), sino con tristeza. ¿Y cuándo hemos visto triste y abatida a Cersei? Solo cuando algo malo les sucede a sus hijos. Si Cersei está triste y susurra entre lágrimas que «aquí no» es porque tiene el cuerpo de su hijo asesinado allí mismo, porque está destrozada y no se siente con fuerzas para seguir adelante; porque no es capaz de lidiar con el hecho de que su hijo ha muerto y de que, además, este era fruto el incesto con el hombre que tiene ante ella, y que acaba de regresar de una guerra que lo ha cambiado tanto física como psicológicamente.

Cersei necesita a Jaime, o al menos alguien que la ayude a sobrellevar la muerte de Joffrey, pero al mismo tiempo se siente sucia y asqueada por el deseo de acostarse con su hermano ante el cadáver de su hijo; porque la muerte de Joffrey le hace replantearse las cosas, y tal vez empiece a pensar que aquello no está bien. Por eso se revuelve y, llorosa, le dice a Jaime que no deben hacer eso en ese lugar y en ese momento. Pero no se resiste de verdad; en realidad no es más que una muestra del famoso orgullo de Cersei Lannister, que Jaime conoce de sobra, porque no se atreve a decirle la verdad: que está destrozada y lo necesita.

La escena puede ser todo lo retorcida y enfermiza que queremos (como tantas, en el mundo de Poniente), pero definitivamente es sexo consentido. O al menos, lo es dentro de la psicología de los personajes. Si hemos leído las novelas o visto la serie, si conocemos a Cersei y a Jaime, sabemos que eso que se ve en pantalla es, en cierto modo, un acto de amor. Todo lo repugnante que queramos, pero es que el amor de estos dos siempre ha sido así: repugnante, enfermizo, incomprensible desde el punto de vista de unas personas como nosotros, que vivimos en el mundo real, en el siglo XXI.

En resumidas cuentas: defiendo plenamente el trabajo de los guionistas del episodio. Aunque la escena esté ligeramente modificada respecto a las novelas, yo creo que es plenamente coherente con los personajes. Defiendo también la labor del director, porque creo que la escena sí que tiene pistas suficientes para que el espectador medio comprenda que no es una violación. O mejor dicho: para Cersei no es una violación. Para cualquier mujer del planeta Tierra en el siglo XXI algo así lo sería, claro; pero ni Poniente ni Cersei Lannister se rigen por nuestras idiosincrasias.

Ahora bien, permitidme que vuelva al título de la entrada: no es una violación, pero, aunque lo fuera, ¿qué hay de malo en ello? Es una serie de televisión (y de una calidad considerable), no podemos exigirle que no contenga violencia, lenguaje malsonante, violaciones, asesinatos, torturas... ¿O qué será lo siguiente, si no? ¿Pedir que solo se haga ficción en la que los personajes sean buenos y hagan lo correcto? Precisamente la calidad de Canción de Hielo y Fuego y Juego de tronos yace en el hecho de que ninguno de sus personajes es bueno ni hace siempre lo correcto, y aun así el lector/espectador puede llegar a entenderlos y amarlos.

Que no venga ninguna asociación progre que no entiende lo que es el arte a quitarnos eso, por favor.