Hoy os quiero hablar de 47 Ronin (según Filmaffinity, deliciosamente titulada en español como La leyenda del samurái). Es una película tan metafísica, tan cargada de lecturas filosóficas, que me veo obligado a ponerme serio para la ocasión.

47 Ronin trata, básicamente, sobre el Japón del siglo XVIII y Keanu Reeves, que es un mestizo que pasaba por allí. En la película no explican qué tipo concreto de mestizo es, pero todo apunta a que es un cruce entre una fea y un feo. Y como su personaje es un poco tontaina, igual el feo y la fea eran parientes. Pero no creáis que esto importa: Keanu Reeves es un secundario. Memorizar el guion tuvo que ser complicado, porque las tres frases que dicen son súper poéticas y súper profundas, pero en general son cortitas.

Aparte de Keanu Reeves hay otro japo (este no es mestizo) que seguro que conoceréis, porque sale haciendo de japo en todas las películas y series en las que necesitan meter un personaje de Japón. Él es el verdadero protagonista. Aunque a nadie le importa, porque molaba mucho más cuando hacia de maestro de kung fu intenso en Revenge, la serie de la rubia simpática que se tira a media docena de tíos buenos millonarios supuestamente para vengar a su padre. La clásica venganza.
Loki, Thor; Lord Kira, 47 Ronin
Míralos: como dos goticas de agua

47 Ronin también va de venganzas. Esta vez el que se venga es el Japo Omnipresente. Bueno, y Keanu Reeves un poquito también, para amortizar lo que los productores se han gastado en pagarle el caché. La cosa es que estos dos y otros cuarenta y cinco (infiero la cifra por el título, no os vayáis a creer...), después de ver cómo su señor es deshonrado y asesinado, toman la decisión de regresar a casa para darle estopa al japo malo que perpetró la deshonra de marras. Porque la parte del asesinato importa menos, no os vayáis a creer: lo jodido es lo del honor.

También anda por ahí una muchacha muy mona que es la hija del deshonrado, y que ahora es en plan prisionera virgen del malo. Que el malo se la quiere trajinar, claro, porque tiene mucho vicio; pero aunque sea perverso y asesine a la gente o invoque demonios como quien se toma un vasico de sangría, tiene su código de honor... Y claro, todos sabemos que en el código de honor de los malos de películas de samuráis está la parte de dejarle a la hija del tío al que has asesinado un año de luto antes de cepillártela. Así que allí la tiene, decorándole el castillo.

El malo en cuestión es un tipo con cara de no tomar All-Bran y que comparte estilista con Loki el de Thor; solo que a él le molan todavía más las hombreras. De todas maneas, es un poco un extra en la película, porque la verdadera antagonista guay es la bruja que trabaja para él, que está hecha toda una robaescenas. Es un poco Melisandre de Asshai achinada.

La tía e' mala, mala, mala... maligna. Vamos, es que tú la miras a la cara y ya lo sabes: «esta es maligna, maligna, ojito con ella». Y vaya si hay que andarse con ojito. La tía vale pa' un roto y pa' un descosío'; lo mismo te invoca a un mamut, que a un demonio, que se pone a hacer la danza de los siete velos con teletransporte incluido. Una bruja como Dios manda, vaya.

El caso es que hay muchas intrigas y trampas mu' finas (ya sabemos que los orientales tienen fama de ser finos pa' todo). Y al final, pues la típica pelea de los samuráis estos (ronin, se llaman) contra Melisandre y el tío disfrazado de Loki. Y no os digo como acaba, que luego me decís que hago spoilers.

Ah, por cierto, que no sé si lo he dicho: Keanu Reeves sale en una escena y dice una frase. Se rumorea que hasta le han pagado por el derroche de talento interpretativo.

Y eso, que un peliculón. Por momentos me ha recordado a Guerra y paz de León Tostói, porque tiene sus raticos de guerra y sus raticos de paz.

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Huelga decir que este post está escrito en clave de humor y sin ánimo de ofender a nadie. Ya en serio, la película es el típico blockbuster de samuráis con buenas peleas, unos paisajes de croma un poco cutrillos y un guion más bien simplón. La típica película de samuráis. Está entretenida, eso sí.